Los ladrones siempre entran de noche. Al menos es lo que nos cuentan en los anuncios cada vez más frecuentes por canales de teletienda que, junto a fajas adelgazantes, máquinas de ejercicio y babas de caracol quieren vender sistemas de videovigilancia. Las nuevas tecnologías cada vez permiten instalaciones más baratas y lo que en un principio parecía un mercado exclusivo para empresas se ha abierto al uso domestico.

Anna Medina, la portavoz de la patronal de empresas de seguridad privada Acaes, destaca esta «popularización» de unos sistemas que «hasta hace poco eran exclusivos de entornos muy restringidos por sus aplicaciones específicas o su elevado coste». Además, indica que se ha «normalizado» su uso en comercios, aparcamientos, empresas, escuelas o comunidades de vecinos «que cada vez más los escogen para protegerse contra actos delictivos» porque filman delitos o hacen una función disuasoria.

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